Coloquio « ¿Y después del Orientalismo? Mediaciones, apropiaciones, contestaciones» (EHESS, París, 15-17 junio de 2011)

El debate sobre el orientalismo arrancó hace ya casi medio siglo, con la era de descolonizaciones. Es hora de que se tome la medida histórica de un proceso que ha consistido sobre todo en preguntarse si, bajo sus distintas formas (literaria, plástica, lingüística, arquitectónica y cultural), este campo de curiosidad y erudición, este registro de actividad creadora, dependían fundamentalmente de una empresa de dominación por parte de Occidente, cuya forma suprema debía encarnarse en el colonialismo.

Aunque el marco del orientalismo vaya mucho más allá del relativamente breve período colonial y más allá también del territorio de dicho régimen imperial, no se trata de hacer aquí el inventario de las críticas opuestas a tal presupuesto, que de hecho no es del todo erróneo. Quisiéramos aquí tratar de ampliar la perspectiva. Efectivamente, hasta ahora se ha trabajado desde la perspectiva de una óptica procedente de las instituciones de las metrópolis y los agentes del saber y del poder implicados en esa empresa de conocimiento, figuración, evocación o dominación. Estamos pues ante un enfoque aparentemente unilateral, y por lo tanto excesivamente restrictivo, que conviene corregir. En el marco de un Dictionnaire des orientalistes de langue française [Diccionario de los orientalistas de habla francesa] (IISMM & Karthala, 2008), hemos emprendido un análisis bastante denso de los recorridos vitales que, de un modo u otro, tenían algo que ver con el orientalismo: sus pertenencias sociales y políticas, sus trayectorias, sus motivaciones, y también sus modos de intervención. La empresa mostró la increíble diversidad de situaciones e  implicaciones, y las contradicciones que dividen ese campo desprovisto de la unidad ideal, ideológica entre otras cosas, que muchos quisieron ver en ella. Este inventario se iba elaborando desde la única realidad francesa, o más bien desde la esfera de habla francesa. Se darían diversidades mucho mayores si se llegara a comparar la situación con lo que ocurre en otras regiones, como las del sin embargo cercano mundo de habla inglesa, y aún más si se observara la situación de otras potencias que tuvieron una historia colonial muy diferente: Alemania en primer lugar, pero también, Italia, España o Rusia, e incluso Bélgica, Holanda o Dinamarca. Cada esfera mostraría de hecho una cronología propia.

Queda pues mucho por hacer para evidenciar no una sino varias historias, según  los idiomas hablados (el orientalismo de habla alemana, italiana, inglesa, rusa, etc…), los campos de actividades (al lado de disciplinas “clásicas” -estudios de idiomas y civilizaciones, producciones artísticas, ciencias religiosas, literatura de viaje- se buscaría dar mayor cabida a la música y las artes decorativas), las áreas culturales (más allá del Islam árabe, turco, persa, mayoritariamente tratado hasta ahora, convendría intensificar las investigaciones acerca de la India, China, Japón y otras regiones de los confines). Para ser efectivas, dichas empresas “regionales” habrían de adoptar un talante rigurosamente comparatista.

Pero aquí nos gustaría proponer una dirección sin embargo más innovadora que consistiría en mirar las cosas no ya desde el centro sino desde las periferias.

Una de las críticas más duras dirigidas al postulado de Edward Said fue la de subrayar el hecho de que su obra reducía el orientalismo a una acción unilateral de Occidente, llevando a pensar que Oriente, los Orientes reales, no habrían tenido ningún papel, iniciativa (agency) o intervención en ese movimiento global de producción de conocimiento y poder. Habrían tenido el estatuto, algo cómodo según por qué rasero se mide, de víctimas. Adoptar ese único punto de vista equivale a no tener en cuenta los procesos de aculturación y las estrategias de grupo, y supone ocultar la dinámica que ha llevado entre otras cosas a la emergencia de fundamentalismos diversos, base del demasiado célebre “choque de civilizaciones”.

Éste es el aspecto de la historia que queremos estudiar aquí, al abordar la cuestión del orientalismo a partir de los Orientes. Se trata de analizar el efecto inducido, a su vez que el efecto retorno que ha supuesto para las sociedades locales de aquello que fue un amplio movimiento tanto intelectual como institucional, del que sería ingenuo pensar que no modificó el mundo local ni su representación del mundo.

Pretendemos desarrollar esta perspectiva alrededor de distintos niveles y bajo varios enfoques de los que presentaremos estas cinco primeras tendencias:

1. Las recientes labores historiográficas trataron de tomar la medida de todo lo que el orientalismo, en calidad de proceso de recopilación y acumulación de saberes, debe a la colaboración activa de una serie de agentes locales, intérpretes, guías, negociantes, es  decir, el conjunto de una población en la que el drogman (intérprete) constituye la figura emblemática.

Todos han contribuido, mediante su ayuda, sus comentarios o sus informaciones, al conjunto de viajes e investigaciones que se llevaron a cabo. Muchas veces constituyeron un personal especializado que, desde las embajadas o los puntos de comercio, hacían las veces de intermediarios para los viajeros o emisarios científicos llegados de las metrópolis para satisfacer su curiosidad o por afán de aventuras, para recopilar información o librarse a colectas varias (antigüedades, manuscritos, colecciones de armas y objetos valiosos, ropa, alfombras y cerámicas, mobiliario diverso). Muchas veces se les ha relegado a posiciones subalternas, y apenas se les menciona como informadores anónimos, o se les menciona de forma escueta en los prefacios de obras a las que tanto habían contribuido. A veces sin embargo se beneficiaron de promociones importantes,  en diversos cargos de representación, por ejemplo como cónsules de las potencias occidentales, o hallando la consagración aquí y allá como universitarios o escritores. Más que procedentes de antiguas aristocracias, trastocadas o no por la colonización, procedían muchas veces de colectivos locales marginados, judíos o cristianos en tierra del Islam por ejemplo, que encontraban mediante tal mediación un instrumento de reequilibrado de los poderes, o al menos de promoción individual o de intervención, mediante el saber y la influencia, en la enunciación de lo social. El Dictionnaire ha pretendido dar gran cabida a esta población de contornos inciertos que desgraciadamente  permaneció en la sombra.

2. Bien es sabido que los discursos orientalistas, desde los más eruditos hasta los más divulgativos, suscitaron entre los intelectuales llamados orientales, que alegaban su conocimiento íntimo a su vez que discursivo de la sociedad contemplada, cierto descontento. Frente a discursos considerados a menudo intempestivos, aproximativos, esquemáticos y denigrantes so pretexto de objetivación, los que a continuación llamaremos “indígenas” reclamaban otra forma de hablar de ellos, más comprensiva, participativa y empática. Sin afirmar automáticamente que fuesen los únicos calificados en la materia, se erigían en contra de cualquier legitimidad por parte de quienes no tenían conocimiento del idioma y de las reglas locales de urbanidad, requisito para hablar bien de ello, es decir a menudo hablar en buenos términos. También queremos establecer la cronología de este enjuiciamiento del orientalismo, donde el panfleto de Edward Said se inscribe como etapa, sin lugar a duda importante, aunque ni inicial ni terminal. Queda por explicar el éxito fenomenal de su obra, inesperado, y aún inexplicado entre especialistas muy cercanos a dichas tesis en calidad de observadores muy al tanto del mundo que reemplazó al antiguo “Oriente”.

3. Aunque, como dijera Dantón, uno no se puede llevar a su patria en la suela de los zapatos, la marca indeleble de los orígenes sigue influyendo a muchos intelectuales que desarrollan, en Occidente y para los públicos que allí residen, actividades culturales, sean escritoras, ensayísticas o universitarias. Procedentes de migraciones recientes o a veces más antiguas, siguen reivindicando sus orígenes con una legitimidad variable -el caso de Said es emblemático al respecto-. Dichos “intelectuales en diáspora” ocupan, como bien es sabido, territorios significativos en las metrópolis universitarias de Estados Unidos y Europa. Procuraremos elaborar la cronología institucional e intelectual de dicha población extraída de su suelo aunque profundamente anclada aún en sus orígenes, productora de reflexiones acerca de la frontera, la migración, el exilio o la identidad cosmopolita de la que constituye un testimonio. También habremos de analizar los flujos y reflujos históricos del fenómeno de etnicización de los departamentos universitarios que pertenecen a los cultural o postcolonial studies (estudios culturales o postcoloniales), o de las revistas o espacios académicos que se inscriben dentro de esta línea.

4. Paralelamente, las independencias, desde el exilio de las élites coloniales, han posibilitado el acceso de universitarios locales a cargos de responsabilidad. Les incumbe encargarse, a veces en los idiomas locales antes que en el/los del ex-colonizador, de las herencias científicas y, entre otras cosas, les toca administrar los departamentos inscritos en las disciplinas “orientalistas” tradicionalmente en manos de especialistas oriundos de las metrópolis. ¿Cómo se dan las condiciones de tal legado o herencia intelectual: dentro de una línea de continuidad crítica y reconversiones fecundas o, al contrario, en la línea de una reproducción escolástica? La excepcional autoridad otorgada a los escritos y las publicaciones metropolitanas incitan a que los discursos sean mantenidos más allá de las situaciones de soberanía. Situado en las antípodas de posturas hipercríticas, se mantiene así un orientalismo sin contemplaciones ni replanteamientos, a veces bajo la forma de gestión patrimonial sustentada por labores de edición o reedición, de conservación museográfica y, finalmente, de repetición ideológica. La vitalidad de las herencias locales es sin lugar a dudas una de las caras contemporáneas de un orientalismo anticuado del que algunos gustaron de proclamar precipitadamente la desaparición.

5. Las acciones de recolección -¿de saqueo?- de bienes culturales por parte de coleccionistas o museógrafos con más o menos escrúpulos, junto con las actuaciones de mercaderes de toda calaña, llevaron a drenar los patrimonios locales hacia los mercados de Europa, América o Asia. Con el surgimiento de Estados post-coloniales, el deseo de recuperar dichos patrimonios para conferirles dignidad museográfica en su lugar de origen lleva a  un comercio de vuelta de objetos y colecciones cuya misión ya no es la de ilustrar la grandeza de un imperio sino de subrayar la producción de los pueblos y naciones que recuperan dicho patrimonio. Este movimiento  contribuye ampliamente a que hoy en día el mercado de venta de objetos “exóticos” esté en pleno auge, aunque a veces dichos objetos puedan no volver al lugar de extracción sino a nuevos museos nacidos en las monarquías petroleras por ejemplo. La escalada de las cotizaciones de la pintura orientalista se debe en parte a dicho movimiento de reapropiación de las representaciones producidas con motivo de viajes lejanos en los siglos pasados, a veces por pintores indígenas que se inscriben en tal corriente. De modo más amplio, las imágenes que aparecen duplicadas mediante copias, postales o álbumes nostálgicos muestran un verdadero proceso de reorientalización que no se restringe ya al solo mercado turístico, sino que se inscribe dentro de procesos identitarios más complejos. El lugar que ocupan allí las minorías étnicas atestigua la reconquista de una diversidad largo tiempo atenuada por las veleidades unitarias mostradas por las jóvenes naciones independientes. Así pues el conjunto de la producción orientalista, en sus vertientes literarias, folklorizantes, etnográficas, museográficas, etc, permite reediciones y aporta a pesar suyo algún tipo de aval científico a juegos políticos internos de candente actualidad.

Desde el conjunto de dichos procesos, de su coherencia y articulación, procuraremos ir a contracorriente de la cuestión del orientalismo que esperamos aparezca bajo una nueva luz a raíz de nuestras reflexiones conjuntas.

François Pouillon & Jean-Claude Vatin

(traducion Nathalie Bléser)



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